Hambre emocional, como detectarlo y trucos para ayudarte.
¿Te ha pasado alguna vez que comes algo sin tener realmente apetito? Unas ganas de comer que aparecen de repente, sin previo aviso, y lo que escoges a continuación suele responder a un “me apetece…”. Esto es lo que llamamos hambre emocional, y no reacciona directamente a necesidades físicas sino más bien a unas exigencias psicológicas, te lo explicamos a continuación.
Por unas cosas o por otras la comida siempre está presente en nuestras vidas. La alimentación está ligada a nuestras emociones y esto no tiene porque ser malo: celebramos nuestro cumpleaños con una cena especial, le regalamos bombones al profesor por Navidad, tomamos un café con nuestra amiga, ofrecemos los mejores alimentos a nuestros hijos para protegerles y cuidarlos…
Además los alimentos también causan reacciones en el cerebro por si solos, es conocido el efecto estimulante de la cafeína o el placer que genera comer chocolate. Todas estas circunstancias son habituales y forman parte de nuestro día a día, hasta que no podemos controlarlas y las ganas de comer se apoderan de nosotros.
El hambre emocional puede darse en determinadas ocasiones, ya sea por aburrimiento, nervios, tristeza, soledad o incluso por cansancio… Pero en algunas personas esto es más frecuente y puede cronificarse, entonces los atracones y las idas y venidas de la cocina son cada día y demasiado frecuentes .
Es en este momento en el que debemos estar alerta y poder detectar cuando la relación con la comida ya no es del todo fluida y aparecen ciertos nervios o ansiedad por comer, con una desagradable sensación de culpa y de arrepentimiento posterior, que retroalimenta ese malestar.
Además este incremento en la ingesta diaria del individuo puede generar un aumento de peso e incluso una disminución de la salud, que puede ser preocupante. Es probable que entonces esta persona inicie restricciones dietéticas que solo harán que agravar la situación.
Entonces, ¿que podemos hacer para revertir esta situación? Lo primero y más importante será reflexionar y ponerle nombre a los sentimientos y sensaciones. Responder preguntas como: “¿Realmente tengo apetito o son ganas de comer?”, “he cenado hace 30 minutos… ¿ahora tengo hambre?”, “he tenido un día con muchos problemas en el trabajo, me merezco un premio… tomar otras cuatro onzas de chocolate me vendrán bien”, “no, una manzana no me apetece, prefiero tarta de queso”, “estoy muy cansada, necesito azúcar”, etc etc., ¿te identificas con alguna de estas expresiones? Debemos identificar y comprender nuestras emociones y aprender a canalizarlas de una manera saludable.
Luego debemos saber diferenciar el “apetito” de las “ganas de comer”. Debemos para ello saber escucharnos, y practicar el Mindful Eating o la alimentación consciente. El apetito viene de manera progresiva cuando ya hace un buen rato que no comemos nada, mientras que las ganas de comer o el hambre emocional aparece de repente.
Utilizar técnicas de relajación así como hacer cosas que nos gustan y nos distraen puede ser un remedio muy eficaz para cambiar la conducta, que nunca será un proceso rápido ni fácil, ¡debemos decir adiós a los sentimientos de culpa! Cuando sientas nervios y ansiedad respira profundamente unas cuantas veces de manera consciente… poco a poco se irán.
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