


12/10/2021
«Con moderación todo está bien, esa es la clave.»
Esta es la conclusión a la que se llega en muchas conversaciones sobre salud, ante la cual, todos asentimos con la cabeza.
Nos parece muy de sentido común, por eso nos convence a todos y nos pone de acuerdo.
El quid está en la dosis, en la cantidad o, dicho de otro modo, lo que es bueno para la salud, deja de serlo cuando nos excedemos, porque “los excesos nunca son buenos”, “los excesos al final siempre se pagan”, esas dos frases son también muy repetidas y ciertas.
Y de estas creencias populares deriva la recomendación, no menos famosa, de que la dieta debe ser variada y equilibrada y que, además de comer de todo, hay que hacerlo en raciones pequeñas, en plato de postre.
Y así es, todos estamos de acuerdo en esto, ya que ¿quién no conoce dentro de su entorno cercano, en su círculo familiar y de amigos, la típica persona que despierta la admiración de los demás, porque se mantiene siempre igual, año tras año, en su peso, impecable, con buen aspecto, ágil, flexible, ni una dieta, ni una caries, ni un de nada, como si no le costara esfuerzo alguno, ni media preocupación … ¿Y cuál es su secreto? Pues algo muy simple: siempre ha sido moderado.
Y aunque detrás de esa apariencia, suele haber una suerte de naturaleza privilegiada, también es verdad que, con mucha frecuencia, y sin quitarle méritos, se encuentran presentes unos hábitos rutinarios, una disciplina de vida y la moderación por sistema.
Y es que hay quienes están entrenados en eso de ponerse límites y autorregularse y también los que no lo están en absoluto.
La pregunta es: ¿por qué nos resulta tan difícil eso de la moderación? Y puede haber tantas respuestas como personas justificándose.
Es verdad que los tiempos no ayudan. Nadamos en la abundancia, en el exceso y el desequilibrio. Exigimos y nos exigimos cada vez más. Lo queremos todo y para ya, cuanto antes mejor, porque todo es poco y llega tarde. No hay orden ni prioridad, todo es importante, urgente y necesario.
A veces llevamos una vida tan apresurada y caótica que no reflexionamos, no escuchamos las voces que gritan nuestras tripas. Y casi sin darnos cuenta, nuestro cuerpo se transforma (y nunca a mejor) y protesta a través de múltiples síntomas y señales de socorro. Y nosotros, seguimos sin hacerle ni caso…
Por eso, es imperioso reservar algún momento de parón al año para cuidarnos, resetearnos, pensar, limpiar, tirar y ordenar.
Y una vez calmados y en orden, adoptar la moderación como norma de vida ¿En qué? En todo.