28/06/2022
El buen funcionamiento del nervio vago es imprescindible para gozar de una buena salud y evitar enfermedades. El nervio vago es un nervio que comienza en bulbo raquídeo y avanza hacia el foramen yugular, pasando entre los nervios accesorios glosso faríngeos y espinales y transmite estímulos nerviosos a casi todas las vísceras cefálicas, cervicales, torácicas y la mayor parte de las abdominales. Para hacernos una idea práctica, el NV permite que tosamos, traguemos, tengamos sensibilidad en el oído y permite el vómito, entre otras cosas.
¿Sabías que si el nervio vago funciona mal provoca tos y puede cambiar el reflejo nauseoso? ¿Sabías que gracias al nervio vago tienes voz? De hecho, un síntoma común en personas que no tienen buen tono vagal es la ronquera, por ejemplo. A su vez, padecer hipertensión es otro síntoma habitual en personas con disfunción del nervio vago.
Lo cierto es que este nervio tiene también un papel importante en el sistema digestivo, puesto que coordina los movimientos del esófago y del intestino e interviene en el funcionamiento de los órganos viscerales (corazón, pulmones, órganos del sistema digestivo como el hígado y los riñones, órganos responsables de la excreción, órganos implicados en la reproducción…).
Además, tengamos en cuenta que el nervio vago interacciona con el sistema inmune y el sistema nervioso central y posee funciones analgésicas y antiinflamatorias.
Existe una comunicación en dos direcciones entre la microbiota intestinal y el cerebro humano. Para quienes no sepan qué es la microbiota, aclararemos que la microbiota es el conjunto de microorganismos y virus que habitan en un huésped (una persona, por ejemplo). Esta microbiota puede colonizar cualquier área del organismo expuesta, pero la hallamos sobre todo en el intestino (microbiota intestinal), especialmente en el colon, y está formada principalmente por bacterias.
¿Sabías que la microbiota puede comunicarse con nuestro cerebro y que también puede influir en el comportamiento de una persona?
Diversas bacterias producen neurotransmisores, como la serotonina, GABA o dopamina, las cuales pueden comunicarse a través del nervio vago. Como dato destacado, recordemos que hay estudios que indican que enfermedades como el Parkinson podría iniciarse en el intestino y transmitirse mediante el nervio vago.
Gran parte del sistema inmune se centra en nuestro intestino. Disbiosis o permeabilidad intestinal sobreexcitan nuestro sistema inmune, lo cual se relaciona con algunos desórdenes mentales y/o emocionales, puesto que el sistema inmune se activa «innecesariamente», aumentando la inflamación. Debemos tener en cuenta que el estrés libera hormonas como adrenalina o cortisol que hacen posible nuestra supervivencia en circunstancias de peligro. Si el estrés se cronifica se desregula el ciclo de dichas hormonas, el organismo limita recursos de nuestro sistema inmune para invertirlos en la lucha o huida en respuesta a la amenaza experimentada. A su vez, la comunicación intestino-cerebro también se perjudica, puesto que el sistema nervioso parasimpático reduce muchas funciones digestivas… empobreciéndose así la microbiota.
El 90 % de la serotonina se produce en las células de la mucosa intestinal y el 50 % de la dopamina también. La microbiota regula, a su vez, el metabolismo de la dopamina.
Entre las numerosas funciones del nervio vago, una muy interesante es la de regular la señal de hambre-saciedad. Al estar saciados, el nervio vago avisa al cerebro para que dejemos de comer. Esto sucede cuando el organismo reconoce suficientes niveles de macronutrientes y el hígado genera la hormona péptido al detectar un incremento de los niveles de azúcar en sangre y viceversa.
Normalmente, no somos conscientes de la mayor parte de las señales que llegan del sistema digestivo al cerebro. No obstante, la información visceral continuamente es procesada en regiones subcorticales del cerebro, como el sistema límbico, y en centros neuroendocrinos y del sistema nervioso autónomo en hipotálamo y tallo cerebral. Incluso, recordemos que las señales del intestino pueden llegar a la corteza generando náuseas, malestar o dolor.
La estimulación del nervio vago puede ser positiva en el tratamiento de distintas patologías y, en este aspecto, la evidencia sostiene que la estimulación del nervio vago es positiva para la salud cognitiva. Según la labor De Smet y col. se concluyó que la estimulación del nervio vago genera un efecto positivo en la regulación positiva de las emociones, por ejemplo.
En relación a otros estudios, se observó una reducción en la frecuencia de crisis epilépticas en pacientes con epilepsia resistente a fármacos. Se evidencia como la estimulación del nervio vago puede ser beneficiosa en el tratamiento del Alzheimer modulando diferentes tipos de memoria.
La estimulación del nervio vago, además, puede ser interesante como terapia eficaz para el tratamiento de la depresión. Según algunos estudios esta terapia puede reducir los síntomas depresivos en pacientes. Hablamos de tasas de remisión de hasta el 33% tras un año y es interesante puntualizar que el incluir terapias basadas en la estimulación del nervio vago supone mejores resultados en pacientes depresivos, si lo comparamos con tratamientos frecuentes que no cuentan con la estimulación del nervio vago.
Hasta aquí podemos decir que el nervio vago tiene un papel fundamental en nuestra salud y bienestar, ya que está implicado en nuestras funciones vitales como hemos podido comprobar en esta breve introducción. Más adelante, en un próximo artículo, hablaremos de prácticas que resultan interesantes para mejorar nuestro tono vagal. Por supuesto, la información proporcionada en este artículo no sustituye la labor de los profesionales de la salud acreditados para el diagnóstico de patologías. Ante la duda, se debe acudir a la consulta de un profesional sanitario debidamente formado en este campo.
Dr. Ramón de Cangas
Dietista-Nutricionista y Doctor en Biología Molecular.